(Foto: Cortesía)
Por Raúl Varela Curiel
Hogaño, ante una coyuntura en la que contamos con un titular del poder Ejecutivo con perfil caciquil que cuenta con una mayoría absoluta en el Congreso de la Unión, es imprescindible que el Poder Judicial sea de una vez por todas, lo que siempre tuvo que haber sido; Un auténtico poder, con la legítima capacidad de revisar la constitucionalidad de los actos emanados de los demás organismos, y enmendarlos en el supuesto de ser procedente.
Es recientemente, a través de nuestra flamante transición hacia la democracia, que el Poder Judicial se ha ido reafirmando como un verdadero contrapeso a las diversas Instituciones, así como un defensor del Estado de Derecho.
Por supuesto que para que la rama Judicial del Poder Público le haga contrapeso a la rama Ejecutiva, será menester que la Institución jurídica de marras se mantenga autónoma e independiente, esto en un principio para poder impartir Justicia, basada únicamente en las normas y principios jurídicos para la resolución de las controversias que se susciten entre los gobernados, pero por supuesto que con el principal fin de someter a los poderes restantes de forma que no violenten lo establecido por la Norma Máxima, manteniendo en consecuencia el Orden Jurídico y encargándose de hacer efectiva la idea de tener el Derecho como elemento regulador de la vida social y política del Estado y así evitar posible arbitrariedades.
Hoy más que nunca cobran sentido los pensamientos de John Locke y el barón de Montesquieu, advirtiendo la imperiosa necesidad de fraccionar el poder público para limitarlo y de ésta manera evitar su abuso. El Poder no debe, no puede, concentrarse en una sola persona. Hoy más que nunca debemos comprender que para fortalecer una Nación, es necesario que existan diversos órganos de Estado que tengan funciones distintas; Uno que elaboren las leyes, otro que las aplique y otro tercero muy importante que sería quién resolvería los conflictos derivados de la aplicación o no de estas normas. Sólo a través de la limitación del Poder Público es como tendremos garantizada la libertad individual.
En efecto, la previamente mencionada división de poderes, pero sobre todo la independencia que exista entre ellos, constituye los cimientos sobre los cuáles se edificará el Estado democrático, precepto amparado por lo establecido por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, estableciendo que el Supremo Poder de la Federación se dividirá en Legislativo, Ejecutivo y Judicial y, que como regla general, no podrán reunirse dos o más de Estos Poderes, en una sola persona o corporación. Para que no se pueda abusar del Poder, es preciso que el Poder detenga al Poder.